lunes, 14 de septiembre de 2009

El Laberinto



Daniel había hecho acopio de todo su valor y se había plantado al fin, frente al umbral de aquella puerta. Recordaba la casa, pues había crecido en ella, pero una vez que se marchó el miedo a regresar se apoderó de él. No quería entrar allí y descubrir que podía volver a extraviarse entre sus innumerables pasillos, que abriría de nuevo alguna puerta en lo alto del desván y ya no sabría cómo volver. Aquellos recovecos infinitos donde se perdía sin darse cuenta, en medio de sus juegos, habían impregnado su infancia de toda clase de fantasmas y apariciones terroríficas.

Ahora la casa estaba vacía, pero Daniel podía recordarla repleta de objetos, alfombras, cuadros, armarios gigantescos que se inclinaban hacia él, amenazantes; cortinas que ondulaban susurrando nombres impronunciables por los dilatados pasillos. Miradas que le escudriñaban con recelo desde las ventanas de gigantescos rectángulos pintados sobre la pared, y que le hacían avergonzarse de ser tan pequeño. Por todas aquellas razones su madre le prohibió que subiera a la última planta, y había limitado sus juegos al parque de la fuente, abajo, en el jardín. Pero Daniel recordaba que allí su angustia y su desesperación no acababan; transitaba los pasajes entre los setos de petunias, los cedros y las madreselvas y de nuevo, se hallaba indefenso, extraviado, y lloraba acuclillado hasta que caía la tarde y su madre iba a rescatarlo, agazapado debajo de algún castaño, tiritando de miedo y confundido.

-Tienes que aprenderte el camino. –Le decía con el ceño fruncido mirándole de
reojo-. Algún día ésta será tu casa y tienes que conocerla como la palma de tu mano.

Así que, después de casi diez años, Daniel regresó; y respirando profundo traspasó el umbral de aquella puerta. Avanzó primero lentamente, tanteando entre los muros, reconoció de manera instintiva el camino a la que fue su habitación. Subió las escaleras a la primera planta, primero indeciso, luego con más resolución. Atravesó los entonces largos pasillos, abriendo todas las puertas. Ahora no le parecía que aquel pasillo fuera un camino infinito, tampoco las puertas de las habitaciones transportaban a otros mundos. Todas estaban abiertas y por las ventanas entraba la luz a raudales. Daniel suspiró. Decidido ya subió a la última planta, la que fue para él, cuando niño, un pasaje del terror. En el techo vio aquella cúpula de cristal, sobre la que entonces aparecieron miles de rostros burlescos y árboles encorvados que cimbreaban sus mortíferas garras con el viento nocturno. Ahora los cedros robustos señoreaban con sus copas rebosantes impregnando la estancia de una luz líquida y verde. Daniel suspiró. Aquella casa ya no le parecía tan aterradora. Destellos de luz ambarina y dorada colmaban cada rincón; por primera vez en su vida sintió que había entrado en su verdadero hogar.

Entonces, bajó por fin al jardín. Lo que más había temido acechaba escondido entre los setos de petunias y las elevadas ramas de cedros. Pero aquel jardín se abría ahora hacia él como un descubrimiento; un refugio de solaz y frescor, donde los árboles crecían en silencio, mientras los pájaros entonaban sus cánticos y el agua de la fuente chisporroteaba en gotas de arcoiris nutriendo las flores a su alrededor.

Entonces, Daniel se sentó al borde de la fuente y lloró, como cuando era niño. Pero ahora en su corazón, el temor se había desvanecido.


Esperanza

viernes, 24 de julio de 2009

Poema. Sincronías





Pienso a veces que tú y yo ocupamos un espacio
dentro de esta ciudad gastada y malherida.
Yo respiro, y respiras tú del mismo aire, sin mí.

Y quizá en algún momento tu y yo hacemos lo mismo,
a la misma hora, con el mismo tedio.
Tú piensas en mí algunas veces
y yo a veces me acuerdo de tu risa,
y el recuerdo es ya tan débil, que se deshace frágil en el aire.

Pero tal vez a veces tú piensas en mí, y yo en tí, al mismo tiempo,
y pienso que tu aire y mi aire se detienen,
y el recuerdo entonces ya no es frágil
porque los dos pensamos lo mismo al mismo tiempo,
tiempo que se detiene, malherido, en ese instante.



Florencia



(Foto de Ron Cooper. Vía: Panoramio.com)

domingo, 19 de julio de 2009

Sinestesia





" Las asociaciones sinestésicas favorecen la memorización de conceptos abstractos, al vincularlos con realidades sensibles.

Sinestesia se refiere a un fenómeno de unión de sensaciones... algunas personas experimentan sentidos mezclados: ven colores mientras escuchan una canción... sensaciones subjetivas que cada individuo experimenta de manera personal... las sensaciones producidas en los sujetos sinestésicos son uniformes en el tiempo... un estímulo puede insitar la misma sensación en diferentes momentos. la sensación sinestésica es irracional e instantánea... no se piensa, simplemente se siente.


Nuria Fernández



El siguiente texto corresponde a la tercera sesión, en la que teníamos que usar la sinestesia y como mi osadía no tiene precio escribí un poema, no me juzguéis demasiado ya que es la primera vez que escribo uno, mi intención es colaborar en todo lo que pueda con este blog que me parece una idea estupenda.






Puedo recrear mi vida en tus ojos,

puedo sentir mi miedo en tus manos,

oigo tu angustia en mi culpa

veo el dolor en tu rostro



El frío gris de tu mirada

hiela el rojo de mis venas,

la dulce melancolía me envuelve

y veo acercarse la muerte



Un murmullo de sedas y encajes

envuelven mi mundo abatido.

Siento el adiós en tus labios

mientras veo acercarse la muerte



Un vacío azul me acompaña,

el olor a jazmín en el aire,

tu dulce risa resuena en un eco.

Ahora, ha llegado mi muerte



Teté



lunes, 13 de julio de 2009

Trabajos



El siguiente texto corresponde a la 1ª sesión de clase, del día 11 de mayo, después de la práctica de visualización y tiene que ver con la sensación emocional.



Brillante, absurdo, como el fuego y aún así húmedo, mis manos sienten el fuego, ¿por qué no puedo verlo?



Ondas húmedas, vibrantes, el viento arrastra el fuego hacia mí pero sigo sin verlo, siento la oscuridad, el frío me envuelve, me abraza, ¿por qué no puedo ver el fuego?


Y entonces las lágrimas corren libres por mi rostro y puedo ver el sol, rojo, ardiente, escondiéndose tras las montañas y la inmensa oscuridad del desierto que me rodea... Y entonces sí, ¡soy feliz!


Teté


El Viejo Atlas
Hoy cuando llegue a casa de mi hermano mayor encontré un montón de libros apilados en el pasillo, acababan de instalar una librería nueva y aprovechaban el momento para deshacerse de algunos libros; de pronto me acorde del viejo atlas, no estaba en el montón, de modo que pregunté por él, mi hermano no lo recordaba con tanto cariño como yo, quizás por eso no sabía en que momento lo había perdido. No pude evitar sentirme desilusionada.



Aún hoy cierro los ojos y veo las viejas pastas de cartón verde con las esquinas desgastadas.
Creo que durante mi infancia nada alentó tanto mi imaginación como ese atlas. Recorría con el dedo los mapas deteniéndome en aquellos nombres que me resultaban familiares, por haberlos escuchado antes.



Entre todos los continentes el que más llamaba mi atención era África; Kenia, Tanzania, el Congo belga, estos países me transportaban a un mundo, donde la vida estaba hecha de aventuras.



En aquel tiempo yo iba a un colegio de monjas, y cada año coincidiendo con el Domund nos explicaban lo importante que era llevar la salvación a otros niños como nosotros, para ello nos reunían en el salón de actos y pasaban una película en superocho, donde aparecían varias hermanas y a un sacerdote navegando en piragua por el río Congo. Iban hacia un poblado donde estaba la misión. Tras desembarcar un grupo de hombres negros les esperaban, después se veía la escuela, una choza amueblada con unos bancos de madera y una pizarra, eso era todo.



Y yo deseé vivir allí.



Por la noche busque aquel río, me costó un poco encontrarlo, lo seguí emocionada, desde su nacimiento hasta la desembocadura en el Océano Atlántico, sin duda era un gran río.
Años más tarde leyendo a Conrrad, recordé aquel momento.



Estoy segura de que las películas de Tarzán, también contribuyeron a alentar mi sueño, aquellas viejas cintas en blanco y negro, vistas una y otra vez, llegaron a formar parte de mi vida.



Buscaba en el mapa Nairobi, Kampala pensaba: son lugares reales, más allá de la fantasía y en algún momento llegaré hasta allí.

En los días de lluvia, cuando no nos dejaban bajar a la calle, mis hermanos y yo jugábamos a adivinar las capitales de los países. Alejandro era el más rápido, ganaba siempre que se trataba de Europa o América, pero no en África, África era mi territorio.

Pasaron los años y dejé de ser una niña, olvidé las misiones y también las películas de Tarzán.
Un verano estando en una terraza con unos amigos, uno de ellos comentó que había contratado un viaje a Tanzania, mi cara se iluminó y en un segundo comencé a revivir aquellas felices sensaciones de la infancia, miré a mi marido y le dije:



- ¿Por qué no vamos nosotros también?



Su respuesta fue un no rotundo, sin fisuras. Y mi alegría se evaporo tal como había llegado.



Quizás por eso cuando, cuatro años más tarde, nos separamos y llegó el verano sentí que había llegado el momento de ir a África. Volví a mirar los mapas con la emoción de entonces, cuando el mundo estaba aún por descubrir y yo desde mi colina lo contemplaba, segura de que bajaría a tomar lo que me pertenecía.



Carmen





El siguiente trabajo forma parte de las prácticas de visualización creativa del día 18 de mayo


Binomio fantástico: Callejón-trompeta.

En el antiguo barrio donde nací

El puente de piedra abría el camino a los mercaderes; sobre las márgenes del río laboraban las lavanderas golpeando sus trapos al compás de las palmadas. El largo y enrevesado callejón que conducía hasta la Plaza Mayor, entonces saturado de olores de estofados aromáticos, de flores estivales que se asomaban por los zaguanes; las risas de los niños que corrían de regreso de la escuela en sus bicicletas ligeras. Los rumores de las ancianas asomadas a los ventanales, y al fondo, justo antes de llegar a la plaza, la silueta recortada sobre el destello dorado del crepúsculo, de aquel muchacho que por unas monedas, sonreía a los pasantes y regalaba su corazón soplando con ahínco a través de una trompeta.

Esta tarde atravieso el mismo callejón, pero la algarabía de los vecinos ha quedado rezagada al coro de unas ranas que yacen aletargadas en los charcos. Ya no se asoman los geranios sobre los bordes de las ventanas. El viejo puente de piedra ya no tiene el espejo del río para contemplarse. Pero, a lo lejos, me llega apenas, como un murmullo, el canto alegre y embriagador de una trompeta.

Esperanza

martes, 7 de julio de 2009

Bienvenidos

Bienvenidos a la página de la clase de Visualización y Escritura Creativa en Arteduna.

Los trabajos publicados en este espacio pertenecen a los alumnos del curso y forman parte de la práctica de la Visualización Creativa para la creación Literaria, del curso impartido por Nuria Fernández "Visualización y Escritura Creativa", en la Escuela de Creación Literaria Arteduna, de Madrid.

VISUALIZACIÓN CREATIVA

"Adherir no es una cuestión de sobrepeso desde este punto de vista, de llevar las cosas a los hombros, los datos, la memoria intelectual, psicológica, emocional. Más bien hay que librarse de la superficie de estas cosas y descender a las profundidades para conectar con otros lenguajes, y entonces sí, conectar con lo que surge, cada vez, de manera presente, intensa, como si encendiéramos un fuego, de repente.

Relajando el cuerpo y la mente puede abrirse la puerta de la mente conciente interior. Podemos mantener controlado nuestro interior si descendemos y lo tocamos. Éste es un aspecto muy sensible que requiere de escucha y participación, no es suficiente la teoría.

...Creamos una experiencia mental, con el máximo de detalles, o los que requiera el ejercicio en sí mismo; dependiendo de a dónde queremos dirigirnos y qué cualidades queremos intensificar...
Cuando la mente acepta un objeto imaginado como una realidad, conseguirás que las capacidades de la mente, el cerebro y el cuerpo trabajen en armonía para ayudarte a conseguir fluir en esta experiencia imaginada, y esto, a su vez, repercutirá en todo lo demás. La energía necesaria en el proceso sanador comenzará a movilizarse, pero también se pondrá en marcha la energía necesaria para el proceso creativo. Ya que el pensamiento creativo funciona no ciñéndose a leyes fijas, sino abriéndose a lo desconocido".

Nuria Fernández. Arteduna, Madrid